Entre los africanos, cuando un narrador llega al final de un cuento, pone su palma en el suelo y dice: aquí dejo mi historia para que otro la lleve. Cada final es un comienzo, una historia que nace otra vez, un nuevo libro. Así se abrazan quien habla y quien escucha, en un juego que siempre recomienza y que tiene como principio conductor, el deseo de encontrarnos alguna vez completos en las palabras que leemos o escribimos, encontrar eso que somos y que con palabras se construye. Para escribir una y otra vez lo que nos falta, la escritura nos conduce a través del lenguaje, como si el lenguaje fuera —lo es— un camino que nos llevara a nosotros mismos.
Como la vida misma, todo texto despliega un movimiento desde un punto de precario equilibrio hacia otro equilibrio también precario. Algo penetra en lo que está quieto y su irrupción provoca adhesiones, resistencias, tomas de posición, intentos de recuperar lo perdido o de adquirir algo nuevo, hasta que todo se aquieta otra vez.Escritura entonces como movimiento, como camino para quien escribe y para quien lee. Camino, migración de un sitio a otro.
Texto de la ponencia presentada por la autora en el I Congreso Internacional de Literatura Infantil y Juvenil organizado por el Centro de Propagación de Literatura Infantil y Juvenil (Ce.Pro.Pa.L.I.J.), de la Universidad Nacional del Comahue (Cipolletti, provincia de Río Negro, setiembre de 2001).
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