miércoles, 26 de febrero de 2020

Pasajero en tránsito


Entre los africanos, cuando un narrador llega al final de un cuento, pone su palma en el suelo y dice: aquí dejo mi historia para que otro la lleve. Cada final es un comienzo, una historia que nace otra vez, un nuevo libro. Así se abrazan quien habla y quien escucha, en un juego que siempre recomienza y que tiene como principio conductor, el deseo de encontrarnos alguna vez completos en las palabras que leemos o escribimos, encontrar eso que somos y que con palabras se construye. Para escribir una y otra vez lo que nos falta, la escritura nos conduce a través del lenguaje, como si el lenguaje fuera —lo es— un camino que nos llevara a nosotros mismos.
Como la vida misma, todo texto despliega un movimiento desde un punto de precario equilibrio hacia otro equilibrio también precario. Algo penetra en lo que está quieto y su irrupción provoca adhesiones, resistencias, tomas de posición, intentos de recuperar lo perdido o de adquirir algo nuevo, hasta que todo se aquieta otra vez.
Escritura entonces como movimiento, como camino para quien escribe y para quien lee. Camino, migración de un sitio a otro.

Texto de la ponencia presentada por la autora en el I Congreso Internacional de Literatura Infantil y Juvenil organizado por el Centro de Propagación de Literatura Infantil y Juvenil (Ce.Pro.Pa.L.I.J.), de la Universidad Nacional del Comahue (Cipolletti, provincia de Río Negro, setiembre de 2001).

Besos

Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.

Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

sábado, 22 de febrero de 2020

Toda las sombras son negras

"Hoy hubo otra marcha. Una marcha silenciosa y triste, una marcha de pies lentos. Yo también marcho hoy, y reparto mi periódico a quien quiera recibirlo. Allí, junto a la noticia del asesinato de Martin Luther King, cuento la historia de una sombra negra. Mi padre me encuentra cuando la multitud comienza a dispersarse. Hace mucho que no hablamos.
-Ojalá comprendieras, Karen -me dice-, que no todos somos iguales. Y que somos más los que pensamos así.
Yo solo atino a señalar la luz del sol, y las siluetas que ésta dibuja sobre la tierra.
-Mirá, papá, todas las sombras son negras."
Fragmento de "Todas las sombras son negras" de Verónica Sukaczer en el libro "Cuentos de la Historia".
Imagen: ineverycrea

lunes, 17 de febrero de 2020

Cuento: Como si el ruido pudiera molestar

Cuento: Como si el ruido pudiera molestar

Fue como si el viento hubiera comenzado a traer las penas. Y de repente todos los animales se enteraron de la noticia. Abrieron muy grandes los ojos y la boca, y se quedaron con la boca abierta, sin saber qué decir.
Es que no había nada que decir.
Las nubes que trajo el viento taparon el sol. Y el viento se quedó quieto, dejó de ser viento y fue un murmullo entre las hojas, dejó de ser murmullo y apenas fue una palabra que corrió de boca en boca hasta que se perdió en la distancia.
Ahora todos lo sabían: el viejo tatú estaba a punto de morir.
Por eso los animales lo rodeaban, cuidándolo, pero sin saber qué hacer.
—Es que no hay nada que hacer —dijo el tatú con una voz que apenas se oía—. Además, me parece que ya era hora.
Muchos hijos y muchísimos nietos tatucitos miraban con una tristeza larga en los ojos.
—¡Pero, don tatú, no puede ser! —dijo el piojo—, si hasta ayer nomás nos contaba todas las cosas que le hizo al tigre.
—¿Se acuerda de las veces que lo embromó al zorro?
—¿Y de las aventuras que tuvo con don sapo?
—¡Y cómo se reía con las mentiras del sapo!
Varios quirquinchos, corzuelas y monos muy chicos, que no habían oído hablar de la muerte, miraban sin entender.
—¡Eh, don sapo! —dijo en voz baja un monito—. ¿Qué le pasa a don tatú? ¿Por qué mi papá dice que se va a morir?
—Vamos, chicos —dijo el sapo—, vamos hasta el río, yo les voy a contar.
Y un montón de quirquinchos, corzuelas y monitos lo sigueron hasta la orilla del río, para que el sapo les dijera qué era eso de la muerte.
Y les contó que todos los animales viven y mueren. Que eso pasaba siempre, y que la muerte, cuando llega a su debido tiempo, no era una cosa mala.
—Pero don sapo —preguntó una corzuela—, ¿entonces no vamos a jugar más con don tatú?
—No. No vamos a jugar más.
—¿Y él no está triste?
—Para nada. ¿Y saben por qué?
—No, don sapo, no sabemos...
—No está triste porque jugó mucho, porque jugó todos los juegos. Por eso se va contento.
—Claro —dijo el piojo—. ¡Cómo jugaba!
—¡Pero tampoco va a pelear más con el tigre!
—No, pero ya peleó todo lo que podía. Nunca lo dejó descansar tranquilo al tigre. También por eso se va contento.
—¡Cierto! —dijo el piojo—. ¡Cómo peleaba!
—Y además, siempre anduvo enamorado. También es muy importante querer mucho.
—¡Él sí que se divertía con sus cuentos, don sapo! —dijo la iguana.
—¡Como para que no! Si más de una historia la inventamos juntos, y por eso se va contento, porque le gustaba divertirse y se divirtió mucho.
—Cierto —dijo el piojo—. ¡Cómo se divertía!
—Pero nosotros vamos a quedar tristes, don sapo.
—Un poquito sí, pero... —la voz le quedó en la garganta y los ojos se le mojaron al sapo —. Bueno, mejor vamos a saludarlo por última vez.
—¿Qué está pasando que hay tanto silencio? —preguntó el tatú con esa voz que apenas se oía—. Creo que ya se me acabó la cuerda. ¿Me ayudan a meterme en la cueva?
Al piojo, que estaba en la cabeza del ñandú, se le cayó una lágrima, pero era tan chiquita que nadie se dio cuenta.
El tatú miró para todos lados, después bajó la cabeza, cerró los ojos, y murió.
Muchos ojos se mojaron, muchos dientes se apretaron, por muchos cuerpos pasó un escalofrío.
Todos sintieron que los oprimía una piedra muy grande.
Nadie dijo nada.
Sin hacer ruido, como si el ruido pudiera molestar, los animales se fueron alejando.
El viento sopló y sopló, y comenzó a llevarse las penas. Sopló y sopló, y las nubes se abrieron para que el sol se pusiera a pintar las flores. El viento hizo ruido con las hojas de los árboles y silbó entre los pastos secos.
—¿Se acuerdan —dijo el sapo— cuando hizo el trato con el zorro para sembar maíz?
Gustavo Roldán

La aventura de leer

Para encontrar un tigre.
“Un chico lee por primera vez un libro.
Lo lee, y se sorprende de lo que se le cruza en el camino, y tal vez lo más admirable sea que en esas pisadas de hormiga que se llaman letras pueda encontrar una aventura asombrosa.
¿Adónde está escondido ese mar del que oye la música de las olas?
¿Dónde ese bosque que encierra tanto misterio?
¿Dónde ese tigre que ruge en la espesura?
Después que ha descubierto cómo funcionan esas pisadas de hormiga que se convierten en las huellas de un tigre, las cosas son más fáciles. Son como jugar con un trompo o hacer volar un barrilete.
A veces no pasa nada. Es que nos equivocamos de libro. O nos equivocamos de momento.
Entonces debemos cambiar, porque hay otro libro donde la magia nos sigue esperando.
Siempre funciona.
Siempre que no sea por obligación.
Porque entonces no aparecen las huellas del tigre ni se oyen sus rugidos en medio de la selva”.

G. R.

 

Contame un cuento



Contame un cuento de hadas
para soñar esta noche
letras doradas.

Contame un cuento liviano
para que duerma esta noche
bajo mi mano.

Contame un cuento que flote
sobre mi almohada
porque detrás del silencio
no escucho nada.

Contámelo poco a poco
muy despacito
que cuando cierro los ojos
lo necesito.


Silvia Schujer © 1990, Buenos Aires, Editorial

Razones para leer




Biblioteca

Cuento corto de Juan Ramón Santos

BIBLIOTECA

Ordenó la biblioteca por colecciones y vio que no le gustaba. Se le antojaba vulgar. Parecía como si hubiese comprado los libros por el mero afán de adornar las paredes. Por eso decidió cambiar y probó a alinearlos por tamaño. El efecto era interesante. Transmitía el carácter práctico y desenfadado de un lector voraz y algo desastroso, pero no acababa de convencerle. Por eso probó a colocarlos por orden cronológico de escritura, en función de la lengua en que habían sido escritos e incluso en el idioma en que habían sido publicados sin llegar a encontrarse del todo satisfecho. Demasiada pedantería, se dijo, y concluyó que quizá lo mejor era un estricto orden alfabético de autores, el criterio aséptico que empleaban las grandes bibliotecas. «Por algo lo harán», pensó. A continuación se puso manos a la obra y comprobó que aquello comenzaba a gustarle, pero que aún le faltaba un toque, un pequeño detalle, el que había de otorgarle verdadero rigor a su biblioteca, la distribución por materias, y repartió escrupulosamente los libros entre poesía, novela y ensayo. «Mucho mejor», se dijo luego, aunque enseguida se dio cuenta de que la colección había de crecer, de que se incorporarían nuevos géneros, nuevos títulos, nuevos autores, y fue dejando hueco en función de esas futuras adquisiciones. Al terminar tomó aire y un poco de distancia, contempló el trabajo en toda su magnitud y el resultado le pareció casi perfecto, pero solo casi, pues algo no funcionaba del todo. Después de darle muchas vueltas comprendió que el problema era que la biblioteca no podía estar desterrada en la soledad recóndita de un dormitorio, que tenía que encontrarse en el mismo corazón de la casa, que solo así alcanzaría la perfección. Entonces recogió solemne sus tres libros y se los llevó al comedor.


En: PALABRAS MENORES (Cortometrajes) de Juan Ramón Santos. Mérida, De la Luna Libros,

El relato en un diente de ajo

 
¿Por qué relatamos historias? ¿Para pasar el rato? A veces. ¿Para informar? ¿Para decir algo que no ha sido dicho todavía? Sí, a veces, sólo para ganarnos el pan de cada día o para hacer que la gente entienda lo afortunada que es, dado que hoy la mayor parte de los relatos son trágicos. A veces parece que el relato tenga una voluntad propia, la voluntad de ser repetido, de encontrar un oído, un compañero. Como los camellos cruzan el desierto, así los relatos cruzan la soledad de la vida, ofreciendo hospitalidad al oyente, o buscándola. Lo contrario de un relato no es el silencio o la meditación, sino el olvido. Siempre, siempre, desde el principio, la  vida ha jugado con el absurdo. Y dado que el absurdo es el dueño de la baraja y del casino, la vida no puede hacer otra cosa que perder. Y, sin embargo, el hombre lleva a cabo acciones, a menudo valientes. Entre las valientes, y no obstante, eficaces, está el acto de narrar. Estos actos desafían el absurdo y lo absurdo. ¿En qué consiste el acto de narrar? Me parece que es una permanente acción en la retaguardia contra la permanente victoria de la vulgaridad y la estupidez. Los relatos son una declaración permanente de quien vive en un mundo sordo. Y esto no cambia. Siempre ha sido así. Pero hay otra cosa que no cambia, y es el hecho de que, de vez en cuando ocurren milagros. Y nosotros conocemos los milagros gracias a los relatos.
***
De “El relato en un diente de ajo”, contenido en el libro Los cínicos no sirven para este oficio (Anagrama, 2002)

viernes, 7 de febrero de 2020

Ojalá



Que los textos lleguen
Que las palabras sean
Que los buenos sentimientos salgan,
Que giren por el mundo y se vuelvan transformadores,
Que la vida sea bien vivida,
Que la luna brille todopoderosa,
Que el cielo nítido esté siempre allá, divino y supremo
Que las olas nunca se cansen de bailar,
Que la arena sea paz y huellas,
Que las rocas siempre resistan,
Que el viento limpie, sane, pero que ya no golpee y duela,
Que mis ojos siempre puedan ver el más acá, sin olvidar el más allá,
Que los rayos de sol siempre traspasen la tormenta,
Que tu mano y mi mano tejan puentes y abran corazones,
Que nuestras miradas sigan alimentando el alma,
Que nuestros sueños se junten cada tanto y se abracen,
Que tu amor vuelva eternamente, me deje sin aliento, y me salve.

Si Adelita se fuera con otro



Adela trabajó en un afamado circo de México en las épocas revolucionarias. Ella, junto a su novio, eran la mayor atracción de aquel espectáculo. La chica se paraba contra un muro con las extremidades abiertas y su novio, quien era ciego, lanzaba cuchillos a su alrededor, clavándolos cerca de su cuerpo, pero jamás lastimando a la hermosa modelo. Con el tiempo fue tanta la fama que aparecieron los celos.

—A mí deberían pagarme más —dijo el joven lanzador de cuchillos—. Yo soy la principal atracción del circo. Yo tengo cualidades sobrehumanas. También exijo mayores comodidades.
—Comprende que la situación del país no está para pagar más —refutó el dueño del circo—. Estamos en medio de un conflicto.
—Si no concedes lo que te pido, me voy. Un circo chino hace tiempo me echó el ojo.
—Bueno. Pero haremos ajustes. Quizá podríamos reducir el sueldo a tu novia para pagarte más a ti.
—De acuerdo, además ella no hace nada. Simplemente pone su cuerpo y yo hago la magia con mis cuchillos.

Una vez dicho lo anterior, el dueño del circo le comunicó a Adela los nuevos ajustes salariales. Ella no estuvo de acuerdo.

—No puede ser —dijo ella—. Yo arriesgo mi vida por él porque lo amo. Yo necesito el dinero.
—Él estuvo de acuerdo, Adela.
—No puede ser —dijo ella.
—Acepta. Será fácil encontrar a otra muchacha que ponga su linda figura… Creo que hasta por menos dinero.
—No, gracias.

Adela tomó el primer tren y se marchó. A la siguiente semana, encontraron a otra mujer. El joven lanzó la primera daga contra la chica, la cual se incrustó en su corazón. La modelo murió al instante.

—¡Asesino! —gritó el padre de la chica—. Tú dijiste que tenías Poderes especiales y que nada pasaría.

La gente del pueblo linchó al lanzador de cuchillos junto al dueño del circo. Lo que nadie sabía, era que Adela poseía los poderes especiales, con los cuales podía desviar objetos metálicos. Ella era la artífice de la fama de su exnovio. Adela se unió a la revolución mexicana. Ella era la encargada de desviar las balas cuyo objetivo era llegar a un tal Pancho Villa ...


Autor: Servando Clemens

Juego que me regalo un 6 de enero (Silvio Rodríguez)

En palabras del propio Silvio Rodríguez:
"Cuando yo estaba en el tercer grado, mi maestra pensaba que yo era anormal.
Oí como se lo decía a los padres de una niña, fuera del aula, aunque me encontraba esperando a que terminara la clase de catecismo.
A mi no me metían en aquella lección porque mi padre lo había prohibido, con la amenaza de ponerme en otra escuela.
La hija de aquellos padres que me miraban con arrobada piedad, se llamaba Lupe. Era muy buena y aplicada, era la excelencia anual del colegio y aquel año sus padres estaban preocupados porque sus notas habían bajado un poquito.
Ni sus padres ni la maestra podían saber que Lupe, a quien yo amaba como un condenado, nos enredábamos en extensas discusiones espirituales cuyo meollo era la existencia de los tres reyes magos.
Ella afirmaba que no existían, que eran nuestros padres, y yo, que no iba a la clase de religión, lo contrario. Un buen ejemplo de cómo el hábito no hace al monje."


La jaula de Javier Villafañe

CUENTO: "LA JAULA" DE JAVIER VILLAFAÑE La jaula Nació con cara de pájaro. Tenía ojos de pájaro, nariz de pájaro. la madre, c...