viernes, 25 de octubre de 2019

Sobre Nombres de Silvia Schujer


Cuento: “SOBRE NOMBRES” de Silvia Schujer





Las cosas andaban muy mal.

Porque Ana decía que su nombre era muy corto. Y, para colmo, capicúa.

Y Ángel vivía furioso pensando que con ese apelativo sólo podía ser bueno, lo que para toda una vida era mucho.

Y Domingo estaba harto de que en todas partes, su nombre apareciera escrito en rojo.

Y Soledad opinaba que su falta de amigos era culpa de llamarse así.

Y Bárbara, la pobre, era tan tímida que cuando decía “soy Barbará”, ni su mamá le creía.

Y Maximiliano Federico estaba enamorado de Enriqueta Jorgelina, pero tardaba tanto en hacer un corazón con los nombres que abandonaba en el intento mucho antes de empezar.

Y Rosa ya no soportaba que la llamaran clavel. Tanto peor para Jacinto Floreal, a quien los graciosos llamaban Nomeolvides. O Jazmín.

Elsa ya se había acostumbrado a ser Elsa-po. Pero Elena no quería que la llamen Elena-no.

Las cosas andaban muy mal. Nadie en el barrio estaba conforme con el nombre que le había tocado en suerte y, quien más quien menos, la mayoría se lo quería cambiar por otro.

El Intendente abrió un gran libro de quejas para que los vecinos explicaran su problema por escrito.


Se supo así del sufrimiento de Tomás, a quien todos preguntaban “¿Qué Tomás?”. Se aclararon las rabietas de Remedios, a quien todos conocían por Dolores. Hubo noticias de las penurias de una tía Angustias. En fin….

Irineo Hermenegildo Pérez, poeta, hombre de luces, pensó en el problema como cuarenta y ocho minutos seguidos hasta que de pronto tuvo una idea.

Reunió cientos de vecinos disconformes en la plaza y les propuso entrevistarse públicamente con cada uno.

—A ver, Ana —empezó diciéndole a la chica—. ¿Qué nombre querrías tener?

—Zulema —le dijo ella.

—¿Zulema? ¿Cara de flan con crema?

—Bueno... Mejor sería María.

—¿María? ¿La de la barriga fría?

—¡Espere!... Prefiero llamarme Romina.

—¡Romina ¡¡¡Cachetes de mandarina!!!

—¡Basta! —dijo la nena y volvió a mezclarse con los demás.

Porque la gente que se había reunido en la plaza, primero empezó a reírse con disimulo, pero al rato las carcajadas se escuchaban hasta el Obelisco.

Eso sí. Con lo que habían presenciado, decidieron quedarse con el nombre que tenían. Nunca les pareció más hermoso.


miércoles, 23 de octubre de 2019

"Antes"

Antes
Mi hijo decía luenga
en vez de lengua.
Yo no lo corregí
ni una sola vez.
Amaba el sonido
de esa palabra extraña
como recién nacida.
Cuando alguien le enseñó
“Se dice jirafa, no firasa”
de verdad lo lamenté.
Igual con la mariposa
que antes era papiosa.
Sabía que esas palabras
no se quedarían
mucho tiempo
ahí,
en su voz.
¿Para qué apurarse entonces?
Las palabras habituales
están ahora en su sitio.
Excepto,
cuando quiere hablarme
de jaguares y dice
“mamá están en vida de extinción.”
Ya sabemos,
no hay que decirle nada,
quizás queden algunos días así
en que la vida sea lo que se extinga,
sin intermediarios.
 
Manuela Gómez Nació en Medellín Colombia (1985) Publicó el libro de poemas La vida como era (Atarraya 2017)



sábado, 19 de octubre de 2019

Palabra para reflexionar


"Cantarle una canción a un niño, decirle un cuento, entonarle una nana, o incluso contarle unos recuerdos de una manera diferente, con palabras distintas a las del habla cotidiana, es una forma de decirle: mira, te presento el cielo, te presento el mar. En esa transmisión cultural, nosotros nombramos y presentamos el mundo a los que nos sigue. Y hacerlo con palabras poéticas, no solamente con palabras de designación inmediata de las cosas, recurrir a los relatos familiares, o a los mitos, es abrir la mirada. Si no te dieron opción a esa lengua poética narrativa, el mundo que te rodea no te dice nada. Necesitamos que el espacio nos cuente historias. Si no, no lo habitamos"
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El blanco fuego de la luna

Antes llovió y llovió, hasta que la tierra se llenó de agua y la gente tuvo
que subir a una montaña para no ahogarse.
Y llovió y llovió más, con fuerza.
La gente tenía hambre, estaban a punto de morir, hasta que en la
montaña se refugiaron también unos guanacos, peludos y avestruces, y al
menos así los hombres pudieron salir a cazar. Al anochecer regresaron al
refugio con la comida.
Pero necesitaban leña seca para cocer la carne que habían cazado. Así que
decidieron cruzar hasta otro cerro, donde no hubieran llegado las últimas
lluvias.
El aire de la noche era muy negro, así que le pidieron al Sol que les
alumbrara el sendero durante la noche, para no ahogarse en las muchas
lagunas que se habían formado con la gran lluvia.
El Sol estaba descansando y no quiso ayudar a los hombres, pero le dio un
manojo de fuego a su esposa, la Luna, y le pidió que los acompañara, y que
alumbrara desde el cielo a la gente y los senderos de la noche.
En ese entonces, la Luna era igual de brillante y dorada que el Sol; pero
como la Luna se puso en camino mientras aún llovía, el fuego que llevaba en
las manos se le enfrió, se volvió blanco y pálido. Todavía iluminaba, pero ya
no dio calor.
A pesar de que la Luna se entristeció, no quiso dejar a oscuras el camino y
continuó iluminando a la gente con su luz fría.
Así, los hombres pudieron conseguir leña y cocer los alimentos y resistir
en la montaña, hasta que por fin las nubes se cansaron de llover y el cielo se
volvió limpio y azul.
Entonces, las grandes agua bajaron, y los mapuches pudieron bajar a los
valles y los campos, y comenzar a vivir una vida un poco menos dura. Pero
siempre recordaron la ayuda que les había brindado la Luna durante aquella
larga noche ien la montaña


Versión de Patricio Killian y Sebastián Vargas

La jaula de Javier Villafañe

CUENTO: "LA JAULA" DE JAVIER VILLAFAÑE La jaula Nació con cara de pájaro. Tenía ojos de pájaro, nariz de pájaro. la madre, c...