lunes, 1 de diciembre de 2014

Lo visible y lo invisible



Lo visible y lo invisible
Por - noviembre 16 de 2014 - 0:00
COLUMNAS, Taibo en Sinembargo - Sin comentarios

 
Me gusta haber nacido en la segunda mitad del siglo XX.
Me gusta bajar el cordoncito que hay en la mesa junto a mi cama y que, mágicamente, como por un prodigio, se encienda la luz para leer.
Me gusta levantar el auricular y escuchar la voz de mi prima Sonia, desde el otro lado del mundo, contándome que por fin salió el sol y que va a llevar a los niños al parque.
Me gusta ver cómo se derrite la mantequilla en el sartén, sobre el fuego constante e implacable de la estufa de gas.
Me gusta apretar un botón y que el aire se inunde con los Conciertos de Brandenburgo, o con ‘Satisfaction’ de los Rolling Stones, a todo volumen para recordarme con satisfacción, que sigo vivo.
Me gusta poder un sábado, subirme con mi mujer al coche, y estar en un par de horas lejos de la ciudad, de la contaminación, del ruido.
Me gusta que mientras tecleo estas líneas, vayan apareciendo, una por una, en un sólido negro sobre el fondo blanco y luminoso, rítmicamente en la pantalla de la computadora.
Me gusta poder enterarme en segundos de lo que pasa, lejos, cerca, con los que quiero e incluso con los que no quiero. Saber que estoy tan cerca de nuestras antípodas como de la esquina de mi casa.
Me gusta saber que Europa está a tan sólo once horas de avión, y Acapulco a 40 minutos, aunque no vaya.
Me gusta saber que el mundo sigue siendo ancho, pero que ya no es ajeno.
Me gusta ver por el orificio del telescopio, en una noche clara, los planetas y las estrellas que rondan por el cielo.
Me gusta encender el televisor, el DVD, y que en la pantalla aparezcan los sueños de otros a todo color, demostrándome que el cine es mejor que la vida.
Me gustan las engrapadoras, los tornillos, los taladros, las impresoras que también sacan copias instantáneamente, los microondas que hacen palomitas de maíz en dos minutos, las batidoras eléctricas, los teléfonos de bolsillo.
Me gusta que la tecnología sirva para todas esas cosas que dije, que parecerían a simple vista, estar más cerca de la poesía que de la ciencia. Porque estoy convencido que en la ciencia, hay, sin duda, también poesía.
Sí el siglo XIX fue el de los descubrimientos y los inventos, el XX nos brindó la posibilidad de disfrutarlos. Y hoy, de tan cotidianos, parecen invisibles, normales, absolutamente indispensables. Cómo si hubieran estado allí desde siempre. Pero no es cierto, tuvieron que pasar cientos de años para que muchos de esos inventos se cristalizaran y convirtieran en lo que hoy son y que nos ofrezcan las comodidades y posibilidades inmensas que nos brindan.
Me gustaría que sirvieran todos esos avances tecnológicos para hacer sociedades más justas, más libres, más incluyentes, más sensatas, más prosperas sin distingos.
Que terminen por fin el hambre, la sequía, la injusticia. Que acaben con la desigualdad, que sean un verdadero motor para crear la civilización que anhelamos.
Me gustaría que ayudaran a hacer ahora mismo, revoluciones de conciencia y de pensamiento, y que sirvan para acabar de una vez y para siempre con la impunidad, la violencia siempre inútil, la barbarie.
Que visibilicen lo hasta ahora invisible. Que aporten en algo para romper la brecha (que ya parece más Cañón del Colorado) económica que nos separa y nos aísla.
Me gustan mucho los avances tecnológicos que tengo a la mano, pero me gustaría mucho más, sí estuvieran en las manos de todos.
Y confío en que eso suceda en un futuro no muy lejano.
No estaré aquí para verlo, y sin embargo creo que así será.
De vez en cuando, le enciendo una veladora, muy del siglo XVII, a algunos de mis santos laicos, Edison, Franklin, Pasteur, Da Vinci, Salk, los hermanos Wright, Graham Bell, Galileo, Copérnico, Tesla, los Curie, Giordano Bruno y otros tantos que cambiaron al mundo para siempre.
Y en voz alta les agradezco todo lo que hicieron por nosotros.
Termino de escribir estas palabras, y en la misma computadora en la que tecleo, comienza a sonar, espectacularmente, la Primavera de Vivaldi.
Gracias, doña tecnología por todos los cambios.
Y ya apúrate a cambiar, doña sociedad

Las mujeres de mi familia



" Todas las mujeres de mi familia están rematadamente locas.
...Cuando las mujeres de mi familia se enamoran, se vuelven inmortales e invisibles. Caminan por las calles a diez centímetros del suelo, con una sonrisa que les nace en la punta de una oreja y termina al otro lado, con mil hombrecitos sujetados por lianas, que les hacen cosquillas en la barbilla.
Cuando las mujeres de mi familia se enamoran, cantan y bailan en cualquier momento y en todo lugar, incluidas las colas de los supermercados y las salas de espera de los consultorios. Se les ilumina la piel y se ponen condenadamente lindas. Hacen bromas sin parar y pareciera que el mundo entero se detiene a mirarlas pasar.
Cuando las mujeres de mi familia se desenamoran, se oscurece el cielo y una bandada de pájaros atraviesa la ciudad buscando nuevos horizontes. La tierra se vuelve infértil y la muerte ronda, sigilosa, en cada esquina. Los días se tornan grises y la vida empieza a transcurrir en blanco y negro, como en una de esas antiguas películas que proyectaban cuando el cine aún era mudo.
Cuando las mujeres de mi familia se desenamoran, empapan las almohadas por las noches y se arrastran hasta la ducha por las mañanas. Corren las cortinas sin fuerzas y beben café hasta volver a quedarse dormidas. No suena más música por los rincones y se apagan las sonrisas de medio lado en cada espejo de la casa.

Las mujeres de mi familia tienen atributos innumerables: son bellas, inteligentes, desinteresadas, viscerales, amables, despistadas, etéreas, generosas, valientes.
Y todas -sin excepción- ponen el cuerpo y el alma cuando se enamoran.
Todas, sin excepción, se mueren un poquito cuando se desenamoran."

Guillermina Delupi
Las mujeres de mi familia (fragmento)

Un relato de Clarice Lispector


El sueter
Clarice Lispe
ctor
Sucedió que me regalaron un sueter. Hasta allí todo parece simple. Pero no lo es.
Quien me mandó el suéter es una muchacha a quien no conozco. Sé por intermedio de un amigo común, que la muchacha dibuja extraordinariamente bien. Vive en Sao Paulo. Cuando estuvo en Río almorzó con nuestro amigo. Estaba con un suéter tan lindo que a mi amigo le pareció que me quedaría bien y le encargó uno exactamente igual al de ella. Resultó, sin embargo, que la muchacha es mi lectora -¿o me equivoco?- y cuando supo para quién era el regalo insistió en ser ella misma quien me lo hiciera. Mi amigo aceptó.
Y heme aquí dueña de repente del suéter más bonito que los hombres de la tierra hayan creado. Es rojo-luz y parece captar todo lo que es bueno para él y para mí. Ésta es su alma: el color. Estoy escribiendo antes de salir de casa, y con el suéter. Aliada a su color de flama y llama, y me fue dado con tanto cariño que me envuelve toda y quita todo frío de ésta que se siente solitaria. Es una caricia de gran amistad. Hoy voy a salir con él por primera vez. Es ligeramente ajustado, pero tal vez así deba serlo: admitiendo como gloriosa la condición femenina. Una vez terminada esta nota voy a perfumarme con un perfume que es mi secreto: me gustan las cosas secretas.
Y estaré lista para enfrentar el frío, no sólo el real, también el otro.
Soy una mujer más.



Brindis y cuentos en el Museo

 

martes, 18 de noviembre de 2014

Razones para contar cuentos


Once razones para contar cuentos

Beatriz Montero

1. SUPERVIVENCIA

La primera vez que conté un cuento en público fue por supervivencia. Vamos, para salvar el pellejo, como se suele decir; y tuve sólo tres segundos para inventármelo. Me encontraba en una clase de relajación. Me llevaron allí unos amigos con la promesa de que tendría una experiencia cósmica, y no les faltó razón.

Cuando llegamos al local me presentaron al profesor y, tras un apretón de manos y los intercambios de nombres, nos señaló unas esterillas en el suelo. Me descalcé, me tumbé boca arriba y clavé la mirada en el techo desconchado. El profesor bajó la intensidad de la luz de las bombillas y comenzó a hablar con voz de ultratumba: “Relajen los pies, las piernas, las caderas… Peguen la espalda al suelo, relajen los hombros y el cuello, y cierren los ojos”. Debieron pasar unos quince minutos de silencio. Maribel decía que fueron sólo tres. No sé, con los ojos cerrados se pierde la conciencia del tiempo; el caso fue que tras esos minutos el profesor volvió a hablar: “Imaginen un lugar idílico”.

Imaginé el mejor lugar del mundo: el pueblo de mis abuelos, donde había pasado tantos veranos. Construí las montañas, el río que nace allí y que va a parar al pantano que se encuentra a escasos kilómetros del pueblo, la carretera con boñigas que divide al pueblo en dos: A un lado la pequeña iglesia románica que desde el aire parece un montecito de tierra caliza, el bar de Manolo, la plaza del pueblo con sus cuatro bancos de hierro y las dos farolas, el Ayuntamiento, más allá la única tienda de comestibles, el torreón; al otro lado de la carretera el río, un puente románico, los cerezos de la tía Lucía, el caserón de los abuelos, las ovejas pastando… y al final del pueblo la casa del cartero.

“Imaginen ahora --continuó diciendo el profesor-- un objeto.”

2. LOS SENTIDOS

No sabría explicar por qué me vino a la mente aquel sonido, el zumbido de una mosca, pero a los segundos supe que un sonido tan fuerte no lo podía hacer una mosca. Quizá fueran las aspas de un molino, pero no: se trataba de un helicóptero. Había construido un helicóptero que sobrevolaba la sierra y se dirigía hacia el pueblo. Luego apareció otro, y otro, y otro helicóptero, y un B-52. ¿Un B-52? ¿Qué hacía allí un B-52? El caso es que el avión adelantó a los helicópteros, y cuando estaba acercándose al palomar donde empieza el pueblo el profesor dijo masticando las sílabas: “Imaginen una acción”.

3. OTRO MUNDO MÁGICO

Por qué, por qué tuvo que decir nada. Cuando el B-52 se encontraba encima de la iglesia románica dejó caer una bomba, y aquel montecito de tierra caliza se convirtió en arena y polvo. Todos salían de sus casas gritando, corriendo hacia la carretera que divide al pueblo en dos. Hasta el Aguilucho, que no hay quien le moviese del poyete del bar con su vaso de vino, corrió como alma que lleva al diablo hacia la carretera. El B-52 dio un giro de 45 grados y lanzó otra bomba que cayó a la altura de la casa de la tía Lucía. Los perros, las vacas, las ovejas saltaban vallas y corrían en todas las direcciones.

4. LA CONCIENCIA DEL CUERPO

Viendo todo aquello se me tensó el cuerpo, y sé cuando la tensión está llegando a un estado grave, porque se me empieza a agarrotar el cuello. Los músculos tiran hacia debajo de la boca. Las piernas se habían quedado tiesas como alambres con las puntas de los dedos hacia arriba. El profesor no debió de darse cuenta de mi situación crítica. La gente seguía corriendo por el pueblo. Algunos llevaban la mirada perdida y corrían sin dirección. Cuando pensé que nada peor podía ocurrir, el profesor dijo: “Imaginen un resultado de la acción”.

5. EL GRAN FINAL

El B-52 lanzó tres bombas seguidas a lo largo de la carretera y arrasó con el puente, el río, las vacas, los cerezos, los perales, el tío Antonio, la tía Lucía, el caserón, los abuelos, el Ayuntamiento, los víveres… Vamos, que se fue todo a tomar aire fresco.

“Bien --dijo el profesor-- abran los ojos y cuenten su experiencia”.

6. SALVAR OBSTÁCULOS

Cuando me tocó el turno y conté mi experiencia todos escucharon enmudecidos mi historia. El profesor me miró con los ojos irritados, mandíbula apretada. Y cuando hube acabado mi experiencia dando todo tipo de detalles y ambientándolo con sonidos, el profesor aflojó la mandíbula y me gritó: “¡Y no fuiste capaz de salvar NADA?”

El profesor tenía los ojos enrojecidos, y entendí que mi integridad corría peligro. Mis amigos inclinaron el cuerpo expectantes por saber cómo salía de esa.

“Sí --le contesté--: la montaña rocosa”. Y en tres segundos me inventé una historia de por qué esa montaña había sobrevivido.

7. LO MÁGICO

El don de inventarme historias no me vino ese día, la verdad; sino que me viene de familia, por herencia. Procedo de una familia de cuenteros, trovadores, fabuladores, cómicos, comediantes, juglares, charlatanes, sacamuelas... Mi abuelo, que conocía muy bien el poder de la palabra, se enriqueció con la venta de historias a diez pesetas en el mercado central. Tenía todo tipo de historias: historias para enamorados, para mal de amores, historias que quitaban los dolores de muelas, historias de viajes. Vendía todos los cuentos que había heredado en la familia, y que luego heredó mi padre, y que han pasado a mí. Aprendí de boca de ellos que las verrugas en la nariz salen por no comer manzanas, que a los peces se les pesca por bocazas, y que la Luna sabe a queso. Gracias a esas historias, a los quince años sabía los secretos necesarios para enfrentarme a la voracidad del asfalto.

8. LONGEVIDAD

Mi abuelo ha logrado llegar a la edad de doscientos treinta y cuatro años, aunque aparenta ochenta y pocos. Su secreto no está en las cremas antiedad, ni en la alimentación o tratamientos de belleza, sino en las historias que nos cuenta en las que unas veces es Simbad y otras un caballero con armadura luchando contra un dragón. Le fascina contar cómo logró matar a una serpiente de tres metros de largo. Cuenta que un día encontró junto al poyete una gran serpiente enroscada como una gran boñiga. Sin pensárselo dos veces cogió un gran palo y esperó durante horas bajo un sol sahariano a que se desenroscara, y cuando esto sucedió le dio un golpe certero y partió a la serpiente en dos. Pero aquella mala bestia siguió serpenteando hasta que con un segundo golpe le separó la cabeza del cuerpo y la mató. Con la piel de aquella serpiente se hizo la gran maleta que usó para sus viajes en alta mar.

9. EL ESCONDITE

Recuerdo perfectamente aquella maleta porque pegó en ella como un sello la cabeza aplastada de la serpiente. Esa maleta está ahora debajo de su cama, y en ella esconde una isla, un barco con piratas, la bruja Endunda, el doctor Terribilis, un gato, un perro, un burro, un cerdo, varios ratones de biblioteca, tres pelucas, dos grandes zapatones verdes, un chaleco de cuadros, un soldado árabe, el gallo Kiriko y Poncha, la princesa de nariz rechoncha.

10. LAS RAICES

Como decía antes, empecé esta profesión casi por accidente, cuando el profesor de relajación me preguntó qué es lo que había salvado de aquel bombardeo, y le contesté que la montaña rocosa. Porque recordé que se contaba que entre las rocas había una puerta roja por la que se podía atravesar la montaña. Y aunque nadie ha visto jamás esa puerta, tampoco nadie duda de su existencia, ya que ese secreto ha pasado de boca en boca de generación en generación.

11. VIAJAR

Todos los años tenemos grandes reuniones familiares en las se relatan secretos muy secretos e historias que sucedieron hace tiempo. El año pasado estuvimos de viaje por África sin movernos del pueblo. Este año estamos preparando un viaje por la India. Tía Clara traerá kilos de curry para llenar las dos tinajas de la entrada de la casa. La tía Lucía dice que cerrará las ventanas porque en la India hace mucho calor. Nosotros llevaremos las esterillas para dormir en el patio, y por las tardes tomaremos el té mientras el abuelo nos cuenta cuentos indios.

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Mujeres

MUJERES de Maureen Murdock



Las mujeres somos tejedoras, nos tejemos con hombres, niños, y unas con otras para proteger la tela de la vida.
Las mujeres somos creadoras, damos a luz a nuestros niños y a los hijos de nuestros sueños,
Las mujeres somos sanadoras conocemos los secretos del cuerpo, de la sangre y del espíritu porque son uno y el mismo.
Las mujeres somos amantes, nos abrazamos con gozo unas a otras, a los hombres, a los niños, a los animales y árboles escuchando con nuestros Corazones sus triunfos y penas.
Las mujeres somos alquimistas, desenterramos las raíces de la violencia, de la destrucción y la profanación de lo femenino y transformamos las heridas culturales.
Las mujeres somos las protectoras del alma de la tierra, sacamos la oscuridad de su escondite y honramos los reinos invisibles
Las mujeres somos buceadoras nos sumergimos en los misterios, donde nos encontramos seguras, maravilladas y plenas de nueva vida.
Las mujeres somos cantantes bailarinas, profetas y poetas, recordamos quienes somos mientras viajamos por la vida

Maureen Murdock
 
 TOMADO DE:
 

lunes, 10 de noviembre de 2014

El Sur Narra en la Fundación Soldi









 
 




El amor a los libros


(Sin asunto)


“Muy pocas personas parecen darse cuenta de que los libros tienen sentimientos. Pero si algo sé con total certeza es esto: que mis libros me conocen y me aman.
Cuando por la mañana me despierto y recorro con la mirada la habitación para ver cómo están mis amados tesoros, y cuando con alegría les digo: "¡Buenos días tengáis, mis queridos amigos!", con cuánto amor me miran, y qué contentos están de que mi descanso no haya sido perturba...do. Cuando tomo alguno en mis manos, ¡con qué ternura responden a mi caricia y con qué alegría responden a mi petición de consuelo! Risa para mis momentos más alegres, distracción para mis preocupaciones, consuelo para mis pesares, charla ociosa para mis momentos de mayor pereza, lágrimas para mis penas, consejo para mis dudas, y seguridad contra mis miedos. Todo esto me dan mis libros, con una prontitud y una certeza y una alegría que son más que humanas. Por eso yo no sería humano si no amara a estos amigos y no sintiera eterna gratitud hacia ellos”.
Fragmento Los amores de un bibliómano por Eugene Field,fue un escritor estadounidense, conocido por sus poesías infantiles y ensayos

viernes, 17 de octubre de 2014

Aoniken cuenta








El Sur Narra



Narrando "El comicio" de Cecilia Vettie
 
 
 

El arte de contar


A mi manera de ver, escribir cuentos es como tallar esculturas: cada página debe ser cincelada renglón por reglón, hoja
 por hoja.
Por su brevedad deben trasmitir con fluidez: emociones, sentimientos, sensaciones, suspenso; y sobretodo, mantener ritmos agradables de lectura. Me agradan los que con dos o tres pinceladas te introducen a una situación y te mantienen en vilo hasta su desenlace, también por su frescura y naturalidad, la economía de palabras y los finales inesperados. 
Los rebusques y la ostentación literaria no son buenos, distraen al lector.
El cuidado del lenguaje es importante pero es imprescindible llamar a las cosas por su nombre. “Hay palabras que son irremplazables: mierda es mierda” dijo Fontanarrosa en Rosario y sacudió a la Academia. No es lo mismo decir ‘mala persona’ en lugar de soretudo, ‘sonso’ como sinónimo de huevón, o ‘mal parido’ en vez de hijo de puta; si la historia lo amerita es necesario usarlas. 
Narrar con refinamiento intelectual sobre la humedad del agua o la blancura de la nieve no tiene sentido. A veces veo con cierta pena que algunos escritores están más interesados en lucir su erudición que en conmover al lector


Tomás Juárez Beltrán.

lunes, 15 de septiembre de 2014

100 años de Bioy

Margarita o el poder de la farmacopea

Adolfo Bioy Casares

No recuerdo por qué mi hijo me reprochó en cierta ocasión:

-A vos todo te sale bien.

El muchacho vivía en casa, con su mujer y cuatro niños, el mayor de once años, la menor, Margarita, de dos. Porque las palabras aquellas traslucían resentimiento, quedé preocupado. De vez en cuando conversaba del asunto con mi nuera. Le decía:

-No me negarás que en todo triunfo hay algo repelente.

-El triunfo es el resultado natural de un trabajo bien hecho -contestaba.

-Siempre lleva mezclada alguna vanidad, alguna vulgaridad.

-No el triunfo -me interrumpía- sino el deseo de triunfar. Condenar el triunfo me parece un exceso de romanticismo, conveniente sin duda para los chambones.

A pesar de su inteligencia, mi nuera no lograba convencerme. En busca de culpas examiné retrospectivamente mi vida, que ha transcurrido entre libros de química y en un laboratorio de productos farmacéuticos. Mis triunfos, si los hubo, son quizá auténticos, pero no espectaculares. En lo que podría llamarse mi carrera de honores, he llegado a jefe de laboratorio. Tengo casa propia y un buen pasar. Es verdad que algunas fórmulas mías originaron bálsamos, pomadas y tinturas que exhiben los anaqueles de todas las farmacias de nuestro vasto país y que según afirman por ahí alivian a no pocos enfermos. Yo me he permitido dudar, porque la relación entre el específico y la enfermedad me parece bastante misteriosa. Sin embargo, cuando entreví la fórmula de mi tónico Hierro Plus, tuve la ansiedad y la certeza del triunfo y empecé a botaratear jactanciosamente, a decir que en farmacopea y en medicina, óiganme bien, como lo atestiguan las páginas de "Caras y Caretas", la gente consumía infinidad de tónicos y reconstituyentes, hasta que un día llegaron las vitaminas y barrieron con ellos, como si fueran embelecos. El resultado está a la vista. Se desacreditaron las vitaminas, lo que era inevitable, y en vano recurre el mundo hoy a la farmacia para mitigar su debilidad y su cansancio.

Cuesta creerlo, pero mi nuera se preocupaba por la inapetencia de su hija menor. En efecto, la pobre Margarita, de pelo dorado y ojos azules, lánguida, pálida, juiciosa, parecía una estampa del siglo XIX, la típica niña que según una tradición o superstición está destinada a reunirse muy temprano con los ángeles.

Mi nunca negada habilidad de cocinero de remedios, acuciada por el ansia de ver restablecida a la nieta, funcionó rápidamente e inventé el tónico ya mencionado. Su eficacia es prodigiosa. Cuatro cucharadas diarias bastaron para transformar, en pocas semanas, a Margarita, que ahora reboza de buen color, ha crecido, se ha ensanchado y manifiesta una voracidad satisfactoria, casi diría inquietante. Con determinación y firmeza busca la comida y, si alguien se la niega, arremete con enojo. Hoy por la mañana, a la hora del desayuno, en el comedor de diario, me esperaba un espectáculo que no olvidaré así nomás. En el centro de la mesa estaba sentada la niña, con una medialuna en cada mano. Creí notar en sus mejillas de muñeca rubia una coloración demasiado roja. Estaba embadurnada de dulce y de sangre. Los restos de la familia reposaban unos contra otros con las cabezas juntas, en un rincón del cuarto. Mi hijo, todavía con vida, encontró fuerzas para pronunciar sus últimas palabras.

-Margarita no tiene la culpa.

Las dijo en ese tono de reproche que habitualmente empleaba conmigo.

sábado, 13 de septiembre de 2014

13 de setiembre "Día del bibliotecario"


DÍA DEL BIBLIOTECARIO/A EN LA REPÚBLICA ARGENTINA
“Nuestro trabajo no es llevar un barco a un lugar lejano, en el que nunca nadie estuvo antes, sino ayudar al capitán de esa nave a elegir el mar por el que navegar, a encontrar los mejores vientos y elegir las velas más fuertes; a evitar las corrientes peligrosas y las traicioneras tormentas…. Llevamos a los barcos perdidos a la seguridad de su hogar. Indicamos a los pesqueros el lugar donde encontrarán el mayor banco de peces…
Al llegar a puerto el capitán raramente recuerda quién le enseñó cómo llegar, como tampoco el investigador suele acordarse del bibliotecario que le puso en el buen camino. Es el sino de nuestra profesión y el de muchas otras, no lo vamos a cambiar…
Pero lo importante es que los capitanes lleguen a puerto, los pescadores pesquen y los investigadores acaben sus investigaciones mientras nosotros ya estamos ayudando al siguiente a elegir la mejor ruta.”
Fragmento que abre la obra “La sabiduría del bibliotecario”, de Michel Melot (Vitoria-Gasteiz: Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, 2005)
✿◕ ‿ ◕✿
Visto y leído en el blog Biblioteca y lectura: “La responsabilidad social del bibliotecario”
http://biblioelperdido.blogspot.com/
 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

11 de setiembre "Día del Maestro"

Los cuentacuentos

NARRADORES ORALES... CUENTACUENTOS
"Dios, en el octavo día y después de haber creado casi todo, reunió a toda la intelectualidad del reino y declaró: "A los narradores orales otórgueseles la imaginación, la inteligencia, la memoria y la facilidad de la palabra para que la difundan por el universo..."
Pintores, escultores y el resto de los artistas refunfuñaron y reclamaron al Señor:
¡¡¡A chinga... ¿Y por qué todo a ellos!!!?" Autor: Gerardo Barajas.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

!Feliz cumpleaños Maestro!


Isadora

Descalza, desnuda, apenas envuelta en la bandera argentina, Isadora Duncan baila el himno nacional.
Una noche comete esa osadía, en un café de estudiantes de Buenos Aires y a la mañana siguiente todo el mundo lo sabe: el empresario rompe el contrato, las buenas familias devuelven sus entradas al Teatro Colón y la prensa exige la expulsión inmediata de esta pecadora norteamericana que ha venido a la Argentina a mancillar los símbolos patrios.
Isadora no entiende nada. Ningún francés protestó cuando ella bailó la Marsellesa con un chal rojo por todo vestido. Si se puede bailar una emoción, si se puede bailar una idea, ¿por qué no se puede bailar un himno?
La libertad ofende. Mujer de ojos brillantes, Isadora es enemiga declarada de la escuela tradicional, el matrimonio, la danza clásica, y de todo lo que enjaule al viento. Ella baila porque bailando goza, y baila lo que quiere, cuando quiere y como quiere, y las orquestas callan ante la música que nace de su cuerpo.

de Memoria del Fuego III



sábado, 30 de agosto de 2014

Aoniken Cuenta



Narrando el cuento "La imagen" de Graciela Spadaro

Con la autora del cuento

El día de tu santo de Jairo Aníbal Niño



 
EL DÍA DE TU SANTO
El día de tu santo
te hicieron regalos muy valiosos:
un perfume extranjero, una sortija,
un lapicero de oro, unos patines,
unos tenis Nike y una bicicleta.
Yo solamente te pude traer,
En una caja antigua de color rapé,
un montón de semillas de naranjo,
de pino, de cedro, de araucaria,
de bellísima, de caobo y de amarillo.
Esas semillas son pacientes
y esperan su lugar y su tiempo.
Yo no tenía dinero para comprarte algo lujoso.
Yo simplemente quise regalarte un bosque

viernes, 22 de agosto de 2014

Adiós Irene Aparici

mama se va a la guerra

Las madres y las padres debiéramos durar para siempre… o al menos, permanecer en esta vida hasta que nuestros hijos estén grandes y hayan logrado su propia estabilidad, esa sería la ley de la vida. Sin embargo, hay veces en que la vida da otros giros, algunos muy inesperados; y es en estos giros en que se altera el orden de las cosas… pudiendo los padres dejar este mundo antes que sus hijos sean personas maduras. En Mamá se va a la guerrase vislumbra algo de lo que les digo pues una madre padece de cáncer y sus hijos muy pequeños aún deben comprender por lo que atraviesan.
Las metáforas nos ayudan a explicar lo difícil
Pero, ¿cómo hablar de cáncer con niños pequeños? La madre de este cuento, y probablemente la escritora del mismo ya que este se basa en una historia real, encontró un formula que la ayuda a ella a explicar la complejidad de lo que le sucede y a los niños a comprender aquello que vivirá su mamá.
Veamos: La madre es la reina; sus hijos son dos pequeños principitos; el padre, el rey; y el médico tratante de la enfermedad de la madre, el general Hornedo. Una vez determinados los personajes, vamos a la zona en conflicto: el cuerpo de la madre es el territorio que se encuentra atacado por pandillas de locos peligrosos, que se hayan concentradas en el pecho izquierdo de la reina. Sus ejércitos son los glóbulos rojos y blancos; sus vigías, los ganglios; y las armas de ataque para enfrentar al enemigo, la medicina… con nombre tan extraños como reales: Peluquitinol, Malphitina y Safromilerina.
Entonces comienza el cuento: "Principitos, hijos, tengo que hablaros de algo muy importante: en mi territorio se ha declarado un enfrentamiento (…) Mi batalla se llama Cancer de mama y esos locos son unas células que se están multiplicando y asociando sin control. Pero no tenéis que asustaros porque hay medicinas que las pueden destruir para siempre". El relato de la madre-reina comienza sincero y detallado, y aunque ambienta su mal en un cuento de hadas, los problemas y resultados esperados tienen los pies bien puesto en la tierra. Los principitos-hijos siguen el relato de la madre con real asombro y tras la pregunta inicial "¿Entonces te vas a curar?", se van relajando al comprender, gracias al cuento que mamá les ha inventado, cómo se desarrollará esta batalla-cáncer y cuáles son los efectos y resultados esperados.


Los niños no son ningunos brutos
Si bien en una primera lectura de este cuento pudiera surgir la sensación de que a los niños se les está ocultado información, de que se les está disfrazando de cuento algo que en realidad es terrible y atemorizador, poco a poco se va comprendiendo que aquí lo último que se busca es ocultar el problema. Muy por el contrario, cuando la madre decide contar -o inventar- una historia de un reino en guerra, lo que quiere es poner en el lenguaje de los niños un problema real que de otra forma quizás no sería bien comprendido. Es como cuandoenseñamos matemática… al principio usamos elementos cotidianos para enseñar la suma y la resta, y una vez incorporado el aprendizaje, avanzamos a fórmulas complejas y más abstractas. Por eso, Mamá se va a la guerra presenta una estrategia de comunicación cercana a los niños, a sus intereses (en especial si son varones), para explicar un tema crudo y que puede traer mucho dolor.
Una ilustración que muestra explícitamente lo que el texto calla
Las ilustraciones de Mónica Carretero entregan en algunas de las páginas de este cuento cierta información que el texto calla o que no manifiesta en forma explícita. Así, por ejemplo, cuando la reina menciona que ella y el general Hornedo han diseñado una estrategia para salir victoriosos, la ilustración los presenta con un plano estirado en una mesa y este plano no contiene un mapa de territorios, si no que un dibujo del cuerpo humano. Más adelante, cuando se dice que el general ha encargado a una fábrica americana el equipo de armas defensivas de última generación, la ilustración aclara por medio de un dibujo que contiene píldoras, jeringas y un grupo de médicos de delantal blanco. De esta forma, ya sea por medio del cuento o de la ilustración, el tema tratado va quedando completamente claro.
Un final abierto… esperanzador
Quizás porque he hecho una lectura desde una mirada adulta, es que el final deMamá se va a la guerra me ha dejado intrigada, con algo no resuelto… es que no he sabido qué pasa finalmente con la madre. Sin embargo, luego de darle una vuelta, he comprendido que este cuento busca presentar una estrategia para tratar un tema difícil y delicado en algunas familias, y por esto no cabe aquí concluir el cuento con un final de victoria o derrota totalmente desarrollado. Baste saber que durante este combate mamá pasará mucho tiempo reunida con los militares pero que "porque soy la reina, recordad que sobre todo, sobre todo, soy vuestra mamá que os quiere".
Datos del libro
Escrito por Irene Aparici Martín e ilustrado por Mónica Carretero
Publicado por Cuentos de Luz.
Edad de lectura sugerida: a partir de los 6 años

martes, 19 de agosto de 2014

Carpe diem


Carpe diem
 (Aprovecha el momento)


No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber alimentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo
extraordinario.
No dejes de creer que las palabras
y las poesías, sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y es oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos enseña,
nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque sólo en sueños puede ser libre el Hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes, huye...
"Emito mis alaridos por los tejados
de este mundo",dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
No traiciones tus creencias.
porque no podemos remar en contra de nosotros mismos:
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente, sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron,
de nuestros "Poetas Muertos",
te ayudan a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "Poetas Vivos".
No permitas que la vida te pase a ti
sin que la vivas ...


                                                           Walt Whitman

La jaula de Javier Villafañe

CUENTO: "LA JAULA" DE JAVIER VILLAFAÑE La jaula Nació con cara de pájaro. Tenía ojos de pájaro, nariz de pájaro. la madre, c...