viernes, 20 de diciembre de 2013

jueves, 5 de diciembre de 2013

Cierre del año de "Bazar de Cuentos"




Los esperamos el viernes 13 de diciembre a las 18 y 30 horas en el "Museo del libro y de la lengua de la Biblioteca Nacional", Avda. Las Heras 2555 - C,A,B,A,

sábado, 16 de noviembre de 2013

Entre Cuentos y canciones


“Entre Cuentos y Canciones”
Espectáculo de narración oral
        Participan Cantando:
      Grupo Vocal Féminas:
 Adela-Ana Lía-Mónica- Norma Raquel
Invitado Especial:                                                       EstebanDell Elce
Dirección Musical:                                                       Hernán Lechuga
Maestra de Canto:                                                         Anahí Peuscovich
Participan Narrando:
   AnahyrMartaMónica
Domingo 1º de diciembre19 horas
En El Galpón de Banfield
Valentín Vergara 1375
(entre Chacabuco y Cochabamba)
Banfield
 

martes, 12 de noviembre de 2013

"Cuentos con todo"


Escribió Laura Massolo en su blog
Usando la imaginación, se pueden hacer cuentos con todos los materiales que nos presta la realidad, dar forma de historia a las percepciones y a la reflexión, al miedo y a la felicidad, construir mundos con lo que existe y con lo que se su...pone que existe.
No importa qué es lo que se cuenta, sino la forma en que está contado, lo importante es que se pueden hacer CUENTOS CON TODO.
Me enorgullece anunciar a estos autores que han sabido moldear un nuevo universo con lo no dicho, con lo inexistente, con lo sensible, con lo simbólico, con los límites, con la insensatez, con los territorios, con lo impredecible, con lo traspasado y con el humor.
Miguel Angel Benitez, Veronica Bertoli, Carlos Caizza, Cristina Carolo, Carla Abl, Noemi Brown, Juan Carlos Chaves Paz, Fabian Di Lernia, Gloria Echeverría, Jorgelina Etze, Juan Fiorenza, Leo Florez, Silvia García, Ricardo Gillette, Mabel Havercohn, Damián Martino, Eric Mescher, Teresa Miyashiro, Walter Molina Lucero, Carlos Monticelli, Liliana Palermo, Cecilia Penedo, Horacio Rodio, Pamela S. Terlizzi Prina.
ARTE DE TAPA, FLORENCIA MENÉNDEZ. ILUSTRACIONES, ALUMNOS DEL TALLER DE ARTES PLÁSTICAS DE FLORENCIA MENÉNDEZ
PRESENTACIÓN 29 DE NOVIEMBRE A LAS 18,30 HS. EN LA BIBLIOTECA MUNICIPAL ESTEBAN ADROGÚE.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Un día como hoy nacía Miguel Hernández

"Para la libertad", Miguel Hernández
EL HERIDO


II Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.
Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.
MIGUEL HERNÁNDEZ, El hombre acecha, (1938-39)

domingo, 20 de octubre de 2013

martes, 15 de octubre de 2013

Prólogo a "Las travesuras de Naricita" de José Monteiro Lobato

Prólogo de Cristina Fernández a "Las travesuras de Naricita", de José Monteiro Lobato
Mamá o mi abuelo acostumbraban atender a cuanto vendedor de libros tocaba el timbre de nuestra casa. Eran épocas de ventas en cuotas interminables. Diccionarios en tres tomos, gigantescos y pesados, que apenas con mis seis o siete años alcanzaba a bajar de los estantes para leer, colecciones enteras de todo tipo de enciclopedias, revistas y fascículos de la Biblia, y otros relatos que luego mamá mandaba a encuadernar. La lista sería infinita, como grande la biblioteca que se fue formando en esos años de infancia.
 
Sin embargo, mi memoria registra con absoluta nitidez la llegada a casa de la colección completa de lo que recuerdo como Las travesuras de Naricita y Perucho, de Monteiro Lobato. Su formato de tapas duras, coloradas, con las líneas de los rostros de Naricita y Perucho, en dorado, constituyen un registro visual imborrable. Más que leerlos, literalmente devoré esos textos que iban de las fantasías más alocadas a la enseñanza de historia, geografía, geología y todo tipo de conocimiento. Emilia, la muñeca de trapo, terca y caprichosa, intrigante y rezongona, pero querible como pocas, convivía con el Vizconde – un marlo de maíz con galera e impertinentes – siempre atinado, serio y responsable. Naricita y Perucho, dos niños fantasiosos, aventureros, inquietos y siempre deseosos de saber más, podrían haber sido uno de nosotros. Doña Benita, la abuela, era una “abuelísima” de gafas y pelo blanco que con la ayuda de la negra Anastasia – la “tía” inefable creadora de Emilia, la muñeca – hacían de la quinta del “Benteveo amarillo”, un lugar en el que todos hubiéramos querido vivir.
 
Pasada mi niñez pensé que todos esos personajes pasarían a formar parte de los lejanos recuerdos de una infancia feliz de muñecas y libros, de juegos y conocimientos. Sin embargo, la vida, el destino personal o el del país, o ambos en intensa combinación, hicieron que volviera a encontrarlos en dos oportunidades más.
 
Una fue durante el año 1976. Había transcurrido largo tiempo desde mis lecturas infantiles. En nuestra biblioteca familiar, bajo mi impronta, y luego la de mi hermana Gisele, se habían incorporado otros textos. Junto a Monteiro Lobato, estaban Hernández Arregui, Rodolfo Puiggrós, Arturo Jauretche, Scalabrini Ortiz, Marechal, Cooke, Franz Fanon, Walsh, Perón, Galeano, Benedetti, Darcy Ribeiro, Paulo Freire, Sartre, Camus, y tantos otros.
 
Las fantasías habían dado paso a las utopías, las aventuras a la militancia, el conocimiento puro y casi aséptico a otros conocimientos: el del entramado cultural que, al amparo de dictaduras militares recurrentes, sumía en la desinformación y la expoliación a nuestro país y a nuestra Latinoamérica.
 
Una tarde de febrero de 1976, irrespirable, no sólo por el calor, sino por lo que sucedía – que presagiaba tragedias mayores –, llegué a casa de mamá. Ya no vivía allí, el año anterior me había casado con un compañero de la facultad. La encontré a mi hermana forrando las tapas de los libros cuya sola tenencia, en caso de allanamientos – muy frecuentes en aquellos días – eran el pasaporte directo a la cárcel, en el mejor de los casos.
 
Gisele al mismo tiempo cortaba las primeras páginas de los libros de Naricita y Perucho y los pegaba en los libros de Puiggrós, de Fanon, Walsh o Cooke. “Qué estás haciendo loca?”, le pregunté – siempre amable y diplomática-. Me miró y me dijo: “¿yo, loca?”, loca está mamá que nos quiere quemar todos los libros; te aviso que ya te tiró al pozo ciego todos los “desca” y las “militancia”.
 
– El Descamisado y Militancia eran dos semanarios obligados de aquella época -, y siguió forrando tapas “peligrosas” y pegando páginas de los libros de Monteiro Lobato, mientras yo la miraba absorta, sin saber si reír o llorar. No hice ninguna de las dos cosas, me fui a mi casa de City Bell, en las afueras de La Plata, donde vivía con Néstor Kirchner, quien había dejado de ser mi compañero de facultad, para transformarse en mi compañero de vida.
 
Nunca allanaron la casa de mamá; nunca volví a preguntarle a mi hermana si Naricita y Perucho seguían mezclados con aquellos libros de mi juventud. La mente humana se las arregla para esconder, en algún pliegue lo que no queremos recordar.
 
Pasaron los años y la dictadura. Néstor fue elegido intendente de su ciudad natal en 1987, y yo, diputada provincial de Santa Cruz en 1989. En 1991 él fue gobernador de la provincia, cargo por el que fue reelegido en los años 1995 y 1999. En el año 2003, fue electo presidente de todos los argentinos.
 
Treinta años exactos después de aquellas lecturas, de aquellos fuegos. Comenzó su presidencia en un país al borde de la disolución económica y social después del default, sin olvidar Malvinas y una generación desaparecida, que había abrevado en aquellos textos queriendo escribir una historia distinta. Desde 1995, fui elegida, en distintas oportunidades, como diputada y senadora nacional, cargo, este último, que ocupaba cuando Néstor asumió como presidente. Durante el año 2008, tuvo lugar mi tercer encuentro con Naricita y Perucho. Esta vez fue – cosas de la vida – en el Brasil.
 
El Brasil de Monteiro Lobato. Ya no era una niña que leía incansablemente; tampoco era la joven militante peronista del cigarrillo permanente en la mano, que leía y discutía todo el tiempo. Tenía 55 años y era la presidenta de la República Argentina, en visita oficial a la hermana República Federativa del Brasil. Compartía la mesa con Luis Ignacio Lula da Silva, su presidente, y Celso Amorim, su canciller, entre otros. De repente, en la conversación volvieron a aparecer Naricita y Perucho – nunca voy a recordar el motivo –. Celso hace referencia a Monteiro Lobato y entonces le conté acerca de mis lecturas infantiles. No lo podía creer. Eran también sus preferidas.
 
Allí surgió la idea de patrocinar por parte del gobierno del Brasil una nueva edición de las aventuras de Naricita y Perucho, esta vez prologada por mí. Y aquí estamos. No sé si éste será mi último encuentro con estos niños entrañables; si los hijos de mis hijos leerán libros, o serán definitivamente atrapados por Internet. No lo sé. Espero que no, por ellos: se perderían el placer indescriptible de abrir un libro y no saber qué van a encontrar, a imaginar, a fantasear.
 
Se perderían las sensaciones que provoca atravesar esta vida, construyendo utopías y abriendo caminos, que parecían definitivamente cerrados para nuestro país y nuestro continente. Por eso, espero nuevos encuentros. Por ellos y por nosotros. En definitiva, por todos. A Naricita y Perucho, a Emilia y el Vizconde; a Anastasia y doña Benita y a todos lo que contribuyeron a alimentar mis sueños y forjar mis Utopías.
 
Cristina Fernández de Kirchner.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Llegó el momento de inventar el libro



Por Juan Villoro
Para LA NACION - México D.F., 2009¿Qué tan novedoso debe ser un invento? La importancia de un producto suele depender de su capacidad de sustituir a otro. La tecnología necesita contrastes; sus aportaciones se miden en relación con lo que había antes. El inventor es el hombre que llega después.
Lo nuevo existe en serie: es la última parte de una secuencia, requiere de algo que lo anteceda. Esto lleva a una pregunta: ¿Podemos inventar hacia atrás? ¿Qué pasa si le asignamos otro orden a la historia de la técnica?
Imaginemos una sociedad con escritura y alta tecnología, pero sin imprenta. Un mundo donde se lee en pantallas y se dispone de muy diversos soportes electrónicos. Abundan los receptores de textos e incluso se han diseñado pastillas con resúmenes de libros y métodos hipnóticos para absorber documentos. Esa civilización ha transitado de la escritura en arcilla a los procesadores de palabras sin pasar por el papel impreso. ¿Qué sucedería si ahí se inventara el libro? Sería visto como una superación de la computadora, no sólo por el prestigio de lo nuevo, sino por los asombros que provocaría su llegada.
Los irrenunciables beneficios de la computación no se verían amenazados por el nuevo producto, pero la gente, tan veleidosa y afecta a comparar peras con manzanas, celebraría la ultramodernidad del libro.
Después de años ante las pantallas, se dispondría de un objeto que se abre al modo de una ventana o una puerta. Un aparato para entrar en él.
Por primera vez el conocimiento se asociaría con el tacto y con la ley de gravedad. El invento aportaría las inauditas sensaciones de lo que sólo funciona mientras se sopesa y acaricia. La lectura se transformaría en una experiencia física. Con el papel en las manos, el lector advertiría que las palabras pesan y que pueden hacerlo de distintos modos.
La condición portátil del libro cambiaría las costumbres. Habría lectores en los autobuses y en el metro, a los que se les pasaría la parada por ir absortos en las páginas (así descubrirían que no hay medio de transporte más poderoso que un libro).
La variedad de ediciones fomentaría el coleccionismo; los pretenciosos podrían encuadernar volúmenes que no han leído y los cazadores de rarezas podrían buscar títulos esquivos y acaso inexistentes. Sólo los tradicionalistas extrañarían la primitiva edad en que se leía en pantalla.
En su variante de bolsillo, el libro entraría en la ropa y sería llevado a todas partes. Esta ubicuidad fomentaría prácticas escatológicas en las que no nos detendremos. Baste decir que acompañaría a quienes necesitaran de distracción para ir al baño.
Las más curiosas consecuencias del invento tardarían algún tiempo en advertirse. Una de ellas está al margen de la ciencia y la comprobación empírica, pero sin duda existe. El libro se mueve solo. Lo dejas en el escritorio y aparece en el buró; lo colocas en la repisa de los poetas románticos y emerge en un coloquio de helenistas. Las bibliotecas no conocen el sosiego.
El hecho de que incluso los tomos pesados se desplacen sin ser vistos representaría un misterio menor, como el de los calcetines a los que se les pierde un par en el camino a la azotea, si no fuera porque los libros se mueven por una causa: buscan a sus lectores o se apartan de ellos. Hay que merecerlos. El password de un libro es el deseo de adentrarse en él.
Las pantallas son magníficas, pero les somos indiferentes. En cambio, los libros nos eligen o repudian.
Otras virtudes serían menos esotéricas. ¡Qué descanso disponer de una tecnología definitiva! El sistema operativo de un libro no debe ser actualizado. Su tipografía es constante. Eso sí: su mensaje cambia con el tiempo y se presta a nuevas interpretaciones.
Para quienes vivimos en tristes ciudades en las que se va la luz, como México D.F., el libro representa un motor de búsqueda que no requiere de pilas ni electricidad.
Qué alegrías aportaría el inesperado invento del libro en una comunidad electrónica. Después de décadas de entender el conocimiento como un acervo interconectado, un sistema de redes, se descubriría la individualidad. Cada libro contiene a una persona. No se trata de un soporte indiferenciado, un depósito donde se pueden borrar o agregar textos, sino de un espacio irrepetible. Llevarse un libro de vacaciones significaría empacar a un sueco intenso o a una ceremoniosa japonesa.
Con el advenimiento del libro, la gente se singularizaría de diversos modos. Esto tendría que ver con los plurales contenidos y la manera de leerlos, pero también con el diseño. Los fetichistas podrían satisfacer anhelos que desconocían.
¿Hasta dónde podemos apropiarnos de un artefacto? El libro es el único aparato que se inventó para ser dedicado, ya sea por los autores o por quienes lo regalan. Qué extraño sería instalar un programa de Word que comenzara con una cariñosa dedicatoria a la esposa de Bill Gates. En cambio, el libro llegó para ser firmado y para escribir un deseo en la primera página.
Las novedades deslumbran a la gente. El libro ya cambió al mundo. Si se inventara hoy, sería mejor.

Amor a primera vista

AMOR A PRIMERA VISTA (fragmento)
Versión de Abel A. Murcia

Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
... Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.

Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?

Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.

Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,

una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,

que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.

Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?

Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.

Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.

"Qué es un libro" por Carl Sagan

 


"Los libros nos permiten viajar a través del tiempo, acercarnos a la sabiduría de nuestros antepasados; una biblioteca nos conecta con las ideas y el conocimiento de las grandes mentes de los mejores maestros, para inspirarnos a hacer nuestras propias aportaciones al saber colectivo de la especie humana"
Qué es un libro. Por Carl Sagan
Qué cosa más soprendente es un libro…

Es un objeto plano, hecho de un árbol, con partes flexibles en las que están impresos montones de curiosos garabatos.

Pero en cuanto se empieza a leer se entra en la mente de otra persona; tal vez de alguien que ha muerto hace miles de años.

A través del tiempo un autor habla clara y silenciosamente dirigiéndose a nosotros y entrando en nuestra mente.

La escritura es, tal vez, el más grande de los inventos humanos. Une a personas que no se conocen entre sí; personajes de libros de épocas lejanas rompen la cadena del tiempo…

Un libro es la prueba de que los hombres son capaces de hacer que la magia funcione.

(…)

Antes de la invención de la imprenta, hacia el año 1450, no había más que unos cientos de miles de libros en toda Europa. Todos estaban escritos a mano. Cincuenta años más tarde había en Europa diez millones de libros impresos. Todo el que pudiera leer tenía un medio para instruirse.

De repente se empezaron a imprimir libros en todo el mundo. La magia estaba en todas partes.

Han pasado veintitrés siglos desde la fundación de la Biblioteca de Alejandría. Desde entonces han vivido y han muerto cien generaciones. Si la información fuera transmitida de boca en boca… qué poco sabríamos de nuestro pasado; qué lento sería nuestro progreso.

Todo dependería de lo que nos hubieran dicho, de la exactitud de la narración; tal vez se respetara el conocimiento antiguo, pero con versiones sucesivas se tergiversaría y se perdería.

Los libros nos permiten viajar a través del tiempo, acercarnos a la sabiduría de nuestros antepasados.

Una biblioteca nos conecta con las ideas y el conocimiento de las grandes mentes de los mejores maestros traídas de todas las partes del planeta y de toda nuestra historia para instruirnos sin fatiga y para inspirarnos a hacer nuestras propias aportaciones al saber colectivo de la especie humana.

martes, 3 de septiembre de 2013

Hoy es el cumpleaños de Eduardo Galeano

!!Felicidades Maestro!! y gracias por sus cuentos

El viaje
Oriol Vall, que se ocupa de los recién nacidos en un hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo. Después de salir al mundo, al principio de sus días, los bebés manotean, como buscando a alguien.

Otros médicos, que se ocupan de los ya vividos, dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos.

Y así es la cosa, por muchas vueltas que le demos al asunto, y por muchas palabras que le pongamos. A eso, así de simple, se reduce todo: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje.

domingo, 7 de julio de 2013

Presentación del libro de una amiga

Invitamos a todos a la presentación del libro, el sábado 13 de julio -20 horas en el ateneo de la Parroquia Corpus Cristie, García del Río 1186 (ex Santa María de oro)Temperley.
 
 
 
 
 
 

lunes, 1 de julio de 2013

Aoniken Julio


 
 
Beatriz con su hija, la escritora Laura Massolo
 
Entregando la donación al Presidente de la Biblioteca "Norberto Di Lorenzo"

La jaula de Javier Villafañe

CUENTO: "LA JAULA" DE JAVIER VILLAFAÑE La jaula Nació con cara de pájaro. Tenía ojos de pájaro, nariz de pájaro. la madre, c...