Una de las autoras de la antología Sra Noemí Brown |
Portada del libro Antología de varios autores |
Narrando el cuento "Viene Visitas" |
Viene visitas
Cuando Ernesto llega a su casa por la tarde, trae la mirada de quien tiene un gran proyecto entre manos. Está radiante. Busca una ópera entre los discos. Mientras la música ocupa la habitación, se pone las pantuflas, enciende la pipa y anuncia solemnemente:
-Sofía, invité gente para este sábado a la noche. Así que esmerate con la limpieza de la casa. Quiero dar una buena impresión. Ya tengo todo pensado. No podemos contratar personal. Así que lo mejor va a ser autoservicio. Algo informal, pero de categoría. Buffet froid, cazuelas y mesa de postres. Es gente muy importante.
Hace falta lavar las cortinas. La alfombra del living tiene una mancha. La broncería necesitaría lustre. No te olvides de las arañas del comedor. El cristal tiene que brillar.
-Sí, Ernesto.
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-Acordate que el sábado viene gente. Empezá hoy mismo a repasar mis trofeos de caza. Pasale cáscara de banana al cocodrilo, está muy reseco.
El mantel de la abuela tiene que estar bien almidonado. La última vez que lo usamos, parecía un trapo. Planchalo vos, porque el japonés para eso no sirve, pero llevale las fundas de los almohadones. Nos queda poco tiempo. Todavía tenés que limpiar la biblioteca. Libro por libro. Ya sabés que si no, no queda bien.
-Sí, Ernesto.
...................
Fijate que el jardín esté listo para el sábado. Convendría cortar el pasto mañana, por si llueve a último momento. Y creo que tenemos que agregar algunas plantas adelante. Ocupate de que haya flores, muchas flores.¡Si vieras el parque que tienen los Peñalosa!
Estoy revisando el menú. Me gustaría agregar algo más. No quisiera quedarme corto con la comida. Podrías preparar mousse de chocolate, también. Acordate de que hay que hacerlo con tiempo.
-Sí, Ernesto.
....................
-Contá otra vez las copas finas. Y la porcelana, por supuesto. No te olvides de que somos doce. Ah, necesitamos un adorno floral para el centro de la mesa. Que no sea colorinche. Algo delicado, de buen gusto. Es gente muy fina.
¿No te parece que tenés el pelo demasiado rubio? Podrías oscurecértelo un poco. Y ponete el vestido negro. Fijate si el piso del comedor necesita más cera. Tiene que quedar como un espejo para la reunión.
-Sí, Ernesto.
....................
-Asegurate de conseguir los pancitos saborizados mañana. Sabés que tenés que ir en cuanto abren la panadería porque después se acaban. Y preparate esa salsita agridulce que vos sabés.
Ah, los candelabros de plata. Que estén limpios.
-Si, Ernesto
...................
Sábado. La casa brilla. Hay flores en el jardín. Flores en el living. Flores en la biblioteca.
Ernesto recorre los ambientes revisando cada detalle. La mesa está impecable. La comida lista.
Pasa, una vez más, el dedo por cada mueble. Endereza cada cuadro. Controla cada uno de sus trofeos.
-Ah. Me olvidaba. Guardá tus piezas de cerámica.
-¿Guardarlas? ¿Por qué?
-Porque quedan mal. No pegan con el resto.
Una chispa oscura ensucia los ojos de Sofía.
- Y dónde querés que las meta?
-En el altillo, o en el garage. Qué sé yo. Donde no se vean. Vos no entendés, ellos están acostumbrados a vivir de otra manera. Con estilo. Sacalas ya. Falta poco para que vengan.
Ella lo mira con los labios apretados, en la cara roja. Las manos crispadas. Se acerca al estante y alza un cenicero esmaltado. Se da vuelta y lo arroja. Como un pájaro naranja, la pieza de cerámica atraviesa la habitación. Es un vuelo inútil, porque el esposo lo esquiva. El proyectil cae entre almohadones, que huelen a tintorería. Lo devuelve, con el mismo odio, con la misma convicción. Un impacto de color la voltea. Sofía se desarma sobre la alfombra impecable. A su lado, partido en dos, también yace el cenicero. La muerte, inesperada, flota en los ojos de Ernesto. Es sólo un segundo. Luego la toma por los pies. Arrastra el cuerpo inmóvil, sobre el piso brillante. El vestido negro, el pelo caoba, la herida en la frente. Todo, todo, bajo la cama. Vuelve corriendo hasta el living. Con una pala junta la cerámica rota. No han quedado rastros.
Saca, uno por uno, los adornos modelados por Sofía y los mete en el placard de la cocina. En el estante vacío, ubica una porcelana francesa. Aprueba con la cabeza. Revisa otra vez los ambientes. Y especialmente la mesa del banquete. Retira un cubierto. Acomoda la vajilla restante. Todo está en orden justo a tiempo.
Llegan las visitas.
Noemí Brown
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