miércoles, 2 de enero de 2019

Leer según la mirada de Graciela Montes

“Leer es, en un sentido amplio, develar un secreto. El secreto puede estar cifrado en imágenes, en palabras, en trozos privilegiados de ese continuum que llamamos “realidad”. Se lee cuando se develan los signos, los símbolos, los indicios. Cuando se alcanza el sentido, que no está hecho sólo de la suma de los significados de los signos sino que los engloba y los trasciende. El que lee llega al secreto cuando el texto le dice. Y el texto, si le dice, entonces lo modifica. El lector entra en relación con el texto. Es él el que le hace decir al texto, y el texto le dice a él, exclusivamente. Lector y texto se construyen uno al otro. Jugar, escribir y leer tienen, parece, algunas cosas en común. (…) El texto que está ahí para el primer desciframiento (misterio inicial). El texto (descifrado) que dice. Y el texto (por fin leído) que nos dice. que entra en diálogo con lo que somos y, por lo tanto, nos modifica” (Montes, 2001: 83).
Graciela Montes a través de los escritos que componen La frontera indómita convoca a pensar cuestiones vinculadas a la construcción y defensa del espacio poético; un espacio en el que la autora  percibe las regiones más vitalmente importantes de la experiencia humana. Como terapeutas interesadas en el lenguaje su planteo acerca de que “la infancia es, más que un período biológico, un estadio determinado culturalmente” resulta, para muchas, la punta de un muy interesante ovillo. Su descripción acerca de cómo el niño atraviesa “el arduo bosque de la alfabetización” es muy ilustrador:
«Pensemos por un momento en lo que ha sido la lectura en nuestras vidas, sin dejar afuera ni al que somos ni al que fuimos. Incluyamos (…) también al pequeño héroe que está atravesando el arduo bosque de la alfabetización y avanza con una mezcla de audacia y de cautela sobre el renglón escrito, sosteniéndose en el dedo para no caerse en el caos, topándose con letras fáciles y con letras peligrosas, con señales que reconoce de inmediato con una sonrisa y con otras que le envían mensajes confusos, que lo sumen en el desasosiego, pero que por fin –arriesgando a veces una apuesta- termina por conquis.tar, para su gozo. ¿Quién dijo que leer es fácil? ¿Quién dijo que leer es contentura siempre y no riesgo y esfuerzo? Precisamente, porque no es fácil, es que convertirse en lector resulta una conquista. Precisamente, porque no es fácil, es que no es posible convertirse en lector sin la “codicia del texto”»(Ibid.: 84).
Montes, G. (2001). La frontera indómita. México: Fondo de Cultura Económica.

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